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II Jornadas Arqueológicas de San Pedro

Si no conocemos nuestro pasado corremos el riesgo de no comprender nuestro presente.

Juan Blánquez, 3 de junio de 2017

           Tal vez pueda ser el lema más oportuno para resumir las II Jornadas arqueológicas de San Pedro.

           Con un programa bien planteado, ponentes de postín y un motivado y experto auditorio, el mundo ibero ha sido abordado con generosidad. Rubí Sanz, directora del museo arqueológico de Albacete, empezó contextualizando a los iberos entre los pueblos que coexistían en la zona mediterránea, así como sus características, modus operandi y producciones.

 

          Contó cómo a partir de la entrega en el museo de un figurilla de bronce, el timiaterio, e identificado y visitado el lugar del hallazgo en donde comprobó la abundancia de restos de ánforas, tuvo la sospecha de que podría tratarse de un importante descubrimiento, tal vez un santuario. Contactó con Juan Blánquez, arqueólogo de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) para que se ocupara de excavarlo y estudiar sus producciones.

 

          Estas se realizaron en tres campañas, 1991, 1992 y 1993, contando con varios arqueólogos, Olmos, Comas, Roldán, pero siempre bajo la supervisión de Blánquez. Participaron estudiantes de arqueología y algunos otros de nuestro pueblo, que con trabajo y entusiasmo desenterraron las claves de nuestros antepasados. Pronto supieron que no se trataba de un santuario, cómo esperaban, sino un asentamiento urbano, planificado, construido en poco tiempo con  materiales de la zona, barro y piedras, y que formaba parte de una red viaria secundaria, bien interconectada, cuya finalidad era económica, comercio de vino.

 

          En este poblado, de cierta categoría, vivirían tres o cuatro familias, en total 20 o 22 personas. Eran expertos, y se dedicaban a la producción y comercio de vino, blanco, que conservaban en ánforas elaboradas aquí mismo. Estaban dirigidos por una élite que unificaban tareas político-religiosas.

 

           Vivían en pequeñas casas con patio, alrededor de una pequeña calle central, por donde circularían los carros para cargar o descargar sus productos. La puerta de entrada, junto a un torreón vigía, estaba en el extremo del asentamiento más cercano a Casas de Lázaro, y perimetrado por un consistente muro. En el otro extremo estaba la casa de la élite, junto a una dependencia dedicada al culto de la diosa Astarté, y a producir  hilaturas sagradas, que fue el lugar donde se encontró el timiaterio. Esta figura representa a una adolescente, sacerdotisa de la diosa, y servía para quemar esencias o alucinógenos, amapola, y para ser expuesta en paseos rituales por el poblado.

 

           Fuera del poblado vivirían la mayor parte de los iberos de la zona, en chozos, y cobertizos, así como en las laderas del Haza del Rey. Este asentamiento fue quemado y abandonado precipitadamente, ante algún peligro externo, cómo podría haber sido una especie de guerra civil protagonizada por la forma elitista de gobierno. Posiblemente solo se llevaron la figura de la diosa, reinstalándose en un próximo asentamiento de mayor envergadura, ¿Balazote?. No se ha encontrado ninguna necrópolis;  eran quemados y sus cenizas en pequeñas ánforas enterradas en tumbas excavadas en tierra. Tenían una expectativa de vida alrededor de los 40 años.

          Por la tarde un grupo de 18 andarines recorrimos la dehesa de La Quéjola, acompañados de Juan Blánquez, quien nos situó en el poblado, aunque desde el camino de enfrente, y siguió deleitándonos con sus historias. También fuimos localizando algunos otros asentamientos identificados en la carta arqueológica, edad del bronce, romano, medieval…. Y disfrutando del extraordinario paraje y de la compañía.

           Pero tal vez el plato fuerte había sido el viernes por la mañana, con actividades planificadas para los más pequeños, 61 alumnos del colegio, que junto con sus maestros, los monitores Llanos Picazo y Ángel Martínez-Jaquero, y algunos voluntarios expertos, conocieron a los iberos y su legado, y se convirtieron por un rato en excavadores de una cuadrícula  facilitada por el Museo, que fue preparada para la ocasión. Entre sus descubrimientos, restos de dos botijos que pudieron reconstruir. Y desde ahora ya convertidos en guardianes del patrimonio, que seguro complementaran en nuevas ediciones, siendo la próxima ¡los romanos de San Pedro!.

 

       En el debate final de las Jornadas quedó claro que liderado desde el Ayuntamiento, y con independencia de quién gobierne, ha de aprobarse una línea prioritaria, un plan director, donde definir y ordenar las actuaciones medioambientales y culturales e integrados en una red comarcal, promocionando itinerarios coordinados con la administración, que defienda estos intereses (Balazote, Lezuza, Peñas...).

 

           Como medidas urgentes, la actualización de la carta arqueológica de San Pedro, y la promoción de un Espacio Cultural, en donde poder visualizar los elementos del patrimonio local, así como centro de discusión y divulgación de este patrimonio público. Es fundamental ir desarrollando una actitud ciudadana que se interese por el patrimonio de San Pedro, su cultura arqueológica, ecológica y medioambiental. Y los más pequeños la población diana.

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