

A la hora acordada y con el recibimiento del alcalde, la concejala de cultura y un guía local, nos reunimos los andarines en la Calzada para emprender la salida. Dejamos atrás la banda (de monteros), y por la Avenida del Dr. Cuerda Menéndez comenzamos el recorrido. Nos hacemos la foto de grupo para inmortalizar el momento. Pasamos por las antiguas escuelas, ahora convertidas en el Hogar de Mayores. Seguimos por la Placeta del Porvenir; y dejando las Escuelas Nuevas, tomamos el camino de tierra que da inicio a la ruta.
Se cruza el río Turruchel por un estrecho puente con barandillas de hierro. A la derecha observamos una chopera carente de hojas y las huertas de Bayonas guardando el reposo invernal.
Comenzamos la subida entre olivares por la vertiente andaluza, términos de Villarrodrigo y Siles, para continuar con una exuberante vegetación formada por pinos, encinas, robles, quejigos… y arbustos de todas clases que en primavera pincelan el campo con sus maravillosos colores e impregnan el ambiente con sutiles olores.
Cuando hemos andado unos dos kilómetros, observamos a la izquierda del camino unas rocas con helechos fosilizados. Es el momento de recordar que estas tierras estuvieron sumergidas en la antigüedad y se han encontrado muchos vestigios del pasado. Entre ellos, dos especies de dinosaurios, con vida fundamentalmente acuática: Notosaurios y Placodontos; de hace unos doscientos millones de años.
Un poco más adelante, se encuentra el antiguo campamento; que al ser abandonado, ha quedado toda la edificación en estado ruinoso. Subiendo una repentina cuesta llegamos a Los Avellanares. Un recinto circular precioso, rodeado de abetos que se plantaron en los años setenta y se han hecho enormes. Con anterioridad, habría allí un bosque de avellanos. Hay una fuente con cuatro chorros, ahora en seco, pero que antaño eran una delicia de agua abundante y fresca que llenaban una balsa; que en la actualidad sirve para abastecimiento en caso de incendios forestales. Alrededor se construyeron unas mesas de cemento, para poder comer en ellas las familias que vayan a pasar el día.
¡Es la hora del almuerzo! Abrimos nuestras mochilas y sacamos para compartir lo mejor de cada casa…¡No falta el trago de vino y los frutos secos! Se hacen las fotos de rigor.
Volvemos a retroceder unos cien metros para coger a la derecha la travesía que nos unirá al siguiente punto de la ruta. Una fuerte pendiente nos hace adivinar que el apacible día nos puede enturbiar el momento. Observando la naturaleza, que no nos abandona ni un solo momento, se hace más llevadero. El guía nos indica que el Pico de la Tejera y el Pico de la Ventana quedan a la derecha.
Comienza el descenso por la vertiente de Castilla-La Mancha y el personal lo celebra. Entre risas, por la simpatía y humor de algunos paseantes se escucha:¡Qué bien se suben las cuestas abajo!. Con buen ritmo llegamos al Nacimiento del río. En una pequeña cueva se adivina que en otro tiempo el agua llegó a brotar, pero el verdadero nacimiento se encuentra más arriba. Un manantial de agua, no muy abundante, pero fresca y cristalina. Hasta la época de Felipe II se le llamó Río Carpio, después pasó a ser Río Turruchel y Río de La Madre. Riega las huertas del pueblo pobladas de árboles frutales y hortalizas como pimientos, pepinos, habichuelas, habas y sobre todo tomates morados; de excelente color y sabor. Pasa por la ermita y desemboca en el Río Guadalmena.
El entorno, con sus barbacoas de piedra, su fuente circular y las pequeñas presas comunicadas hacen las delicias de los visitantes. En verano, se rompe el silencio con el canto de las chicharras y el golpeo de los picapinos. Ahora se ven piñas peladas por las ardillas que abundan en la zona.
Seguimos bajando y observamos los restos de otro antiguo campamento, con sus fuentes, sus puentes de madera y casetas muy deterioradas. Más abajo vemos lo que queda de la Central Eléctrica con su embalse de aguas transparentes de color turquesa. Nos alarman los disparos de escopeta, realizados por los monteros desde la carretera.
Hemos llegado al parque de La Sabiduría, antes Migarría, con sus fuentes y sus plantas en periodo de crecimiento. Nos entretenenos leyendo los mensajes de los sabios. Comienza aquí “la ruta del colesterol”, ya que a diario es recorrida por multitud de vecinos.
Llegados al molino de Frasquito, improvisamos un mirador, para hacer un recorrido visual de toda la ruta; desde la salida hasta la llegada. Vemos desde aquí La Cabezuela, Cerro Vico, Carboneras, El Padrón y La Sarga. Seguimos el sendero de las huertas entre cañaverales, juncos, mimbreras, chumberas y espinos hasta llegar a la carretera.
Sin demora, llegamos al Florida donde nos espera una olla de aldea que quita en sentío . ¡Qué bien lo estamos pasando! Hay que reponer fuerzas, porque todavía nos queda la visita cultural. En el Centro de Día, nos proyectan unos vídeos promocionales del pueblo. En la iglesia, vemos el extraordinario retablo; orgullo de los vecinos. El Museo de la Virgen es un interesante rincón, donde se exponen vestimentas de la patrona y fotografías de distintos momentos relacionados con el culto mariano. Se exhibe también una réplica del León de Bienservida, pieza arqueológica de los siglos III ó IV a.C.
Nos dirigimos más tarde a La Torre Vigía, de origen mozárabe, que se conservan unas ventanas y un paredón. Frente a La Torre visitamos un Museo Etnológico en una casa particular. Vamos a continuación a la almazara, pasando por las Cuevas de la Ontana, excavadas en roca tosca. En la almazara nos esperan para explicarnos el proceso de elaboración del aceite y el embotellado. Hacemos una degustación con el zumo de aceitunas.
Es el momento de dar las gracias al alcalde, la concejala y guía local y despedirnos hasta la próxima ruta. ¡Buenos días y mejor olla! (Este es el saludo que todavía algunos mayores hacen en este pueblo de la sierra de Alcaraz.)